lunes, 15 de mayo de 2017

El chico que encontró la felicidad

Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec
Escuela Preparatoria Matutina“Química Marina Senties Lavalle”
Alumno:Rodrigo Jerónimo Guevara Medina
Grado: 2°  Grupo: “C”   N.L 20
 Maestra:Verónica Apam Torres
Introducción:
Hamayun solo tiene once años cuando su familia, acosada por el fanatismo de los talibanes, se ve obligada a huir de Afganistán. Atrás quedan su mejor amigo, sus abuelas y un hermano demasiado pequeño para enfrentar el largo viaje hacia Europa en manos de traficantes de personas. Este relate clave cinematográfica aborda la situación de los refugiados, el choque cultural y la desorientación en un entorno extraño.
Edward Van De Vendel es un autor holandés de poesía, cuentos infantiles y novelas para jóvenes. Sus libros se han publicado en Estados Unidos, Alemania Francia y otros países.
Anoush Elman y su azarosa vida inspiraron esta historia. El mismo ha escrito la nota final de este relato.
Reseña:
El chico que encontró la felicidad es un libro que ha dejado una huella muy profunda en mi. Como sucede con las historias que nos conmueven, me costó mucho trabajo despedirme del protagonista, Hamayun, y de todos los personajes que lo acompañan en su inefable viaje a través de las virtudes y las miserias del ser humano: padar y madar, Faisal, Bashir, Yuliya, Dupica y tantos otros habitantes entrañables de esta novela que configuran un ambiente hipnotizante compuesto de los colores más luminosos y las sombras más lúgubres.

Hamayun, un adolescente afgano de dieciséis años, vive en un centro de refugiados en la ciudad holandesa de Amersfoort. Su profesora de teatro le ofrece el puesto de director de una obra escolar cuyo contenido podrá determinar él mismo. Hamayun acepta entusiasmado pero, después de varias semanas buscando de forma estéril un tema para su obra, la profesora se cansa de esperar y le sugiere que escriba un guion basado en su propia vida. A él, por supuesto, esa idea no le gusta lo más mínimo. ¿A quién le puede interesar su vida?

Entonces comienza un larguísimo flashback que nos lleva al Afganistán de los talibanes, de donde la familia de Hamayun tiene que huir precipitadamente debido a las ideas demasiado liberales de su padre.  Atrás quedan su mejor amigo, sus dos abuelas y un hermano demasiado pequeño como para afrontar el peligroso e incierto viaje en el que se ven obligados a embarcarse, sujetos a los caprichos de una siniestra organización de traficantes de personas. A partir de este momento, la novela se convierte en una aventura con destino desconocido que llevará a sus protagonistas por los parajes más inhóspitos de Asia y Europa, hasta dar con sus huesos en Holanda después de muchos meses de privaciones y penurias. “Me encerré en el reducido espacio de mi habitación holandesa y volví a ser otra vez el Hamayun de ocho, diez, once años.  Hacía mucho que mis pensamientos no me llevaban a Afganistán”.  (Van de Vendel, 2013, p.105).

La estancia de la familia en Holanda está marcada por una interminable serie de humillantes e infructuosos trámites burocráticos para legalizar su situación, mientras Hamayun y sus hermanos intentan adaptarse al  nuevo entorno. Así, el protagonista descubrirá poco a poco un nuevo idioma y otras costumbres, hará amistades con chicos y chicas procedentes de todos los rincones del mundo y vivirá sus primeros escarceos amorosos. Pero cada pequeña alegría parece desvanecerse indefectiblemente por la dolorosa incertidumbre que supone no saber nunca si su familia conseguirá regularizar su situación en el país de acogida o si, por el contrario, serán enviados todos de vuelta a Afganistán. En estas circunstancias, y a pesar de poseer la energía propia de un adolescente, Hamayun termina por derrumbarse y acepta la propuesta de su profesora de teatro. Por fin se ha convencido de que la historia de su vida puede servir para abrir los ojos a muchas personas que no saben nada sobre las vejaciones que sufren los refugiados en Europa. “Levante la vista del ordenador. Habia empezado a escribir una escena de la obra. Una escena en la que una familia llega por primera vez a un país cuyo nombre ni siquiera conocen”.  (Van de Vendel,  2013, p. 169)

Cuando todo parece ir mejor y Hamayun está en la última fase de preparaciones de la obra de teatro escolar sobre su vida como refugiado, su familia recibe la noticia de que deben abandonar el país. Después de muchos años de lucha, todas las vías para legalizar su situación se han agotado y sus esfuerzos por integrarse en la sociedad holandesa parecen haber sido en vano. “Lo sabía, sabía que esto podía ocurrir, lo sabía igual que sabes que alguien te puede atropellar o que te puedes ver sorprendido por una tormenta. Que nada es como habías supuesto”. (Van de Vendel, 2013, p. 321)

El autor deja el final abierto a la imaginación del lector mediante un ingenioso recurso estilístico con el que ironiza sobre la aleatoriedad del sistema de legalización de refugiados existente en Europa: sus vidas dependen de lo que marquen los dados. “Poco después de que obtengamos por fin un estatus, se aprueba una regularización general de inmigrantes que afecta a un amplio grupo de solicitantes de asilo, con el que mucha gente de nuestro entorno dormirá por fin  con la certeza de que puede quedarse en Holanda”. (Van de Vendel, 2013, p.350)



El chico que encontró la felicidad es el drama de una infancia partida en dos, una historia real de supervivencia y lucha por la dignidad humana; una mirada fria y enternecedora a la realidad de los refugiados en Europa, el choque cultural y la desorientación en un entorno extraño; un relato en clave cinematográfica cuyo final no depende del protagonista ni de su familia.
Pero esta novela es, sobre todo, un homenaje al valor de la amistad, el amor, la familia y la libertad.
Bibliografía
Van de Vendel, E. (2013). El chico que encontró la felicidad. México: Ediciones SM. 


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