Centro
Escolar Niños Héroes de Chapultepec
Escuela
Preparatoria Matutina“Química
Marina Senties Lavalle”
Alumno:Rodrigo
Jerónimo Guevara Medina
Grado:
2° Grupo: “C” N.L 20
Maestra:Verónica
Apam Torres
Introducción:
Hamayun solo tiene once
años cuando su familia, acosada por el fanatismo de los talibanes, se ve
obligada a huir de Afganistán. Atrás quedan su mejor amigo, sus abuelas y un
hermano demasiado pequeño para enfrentar el largo viaje hacia Europa en manos
de traficantes de personas. Este relate clave cinematográfica aborda la
situación de los refugiados, el choque cultural y la desorientación en un
entorno extraño.
Edward
Van De Vendel es un autor holandés de poesía, cuentos
infantiles y novelas para jóvenes. Sus libros se han publicado en Estados
Unidos, Alemania Francia y otros países.
Anoush
Elman y su azarosa vida inspiraron esta historia. El mismo
ha escrito la nota final de este relato.
Reseña:
El
chico que encontró la felicidad es
un libro que ha dejado una huella muy profunda en mi. Como sucede con las
historias que nos conmueven, me costó mucho trabajo despedirme del
protagonista, Hamayun, y de todos los personajes que lo acompañan en su
inefable viaje a través de las virtudes y las miserias del ser humano: padar y madar,
Faisal, Bashir, Yuliya, Dupica y tantos otros habitantes entrañables de esta novela
que configuran un ambiente hipnotizante compuesto de los colores más luminosos
y las sombras más lúgubres.
Hamayun,
un adolescente afgano de dieciséis años, vive en un centro de refugiados en la
ciudad holandesa de Amersfoort. Su profesora de teatro le ofrece el puesto de
director de una obra escolar cuyo contenido podrá determinar él mismo. Hamayun
acepta entusiasmado pero, después de varias semanas buscando de forma estéril
un tema para su obra, la profesora se cansa de esperar y le sugiere que escriba
un guion basado en su propia vida. A él, por supuesto, esa idea no le gusta lo
más mínimo. ¿A quién le puede interesar su vida?
Entonces
comienza un larguísimo flashback que nos lleva al Afganistán de los
talibanes, de donde la familia de Hamayun tiene que huir precipitadamente
debido a las ideas demasiado liberales de su padre. Atrás quedan su mejor
amigo, sus dos abuelas y un hermano demasiado pequeño como para afrontar el
peligroso e incierto viaje en el que se ven obligados a embarcarse, sujetos a
los caprichos de una siniestra organización de traficantes de personas. A
partir de este momento, la novela se convierte en una aventura con destino
desconocido que llevará a sus protagonistas por los parajes más inhóspitos de
Asia y Europa, hasta dar con sus huesos en Holanda después de muchos meses de
privaciones y penurias. “Me encerré en
el reducido espacio de mi habitación holandesa y volví a ser otra vez el
Hamayun de ocho, diez, once años. Hacía
mucho que mis pensamientos no me llevaban a Afganistán”. (Van de Vendel, 2013, p.105).
La
estancia de la familia en Holanda está marcada por una interminable serie de
humillantes e infructuosos trámites burocráticos para legalizar su situación,
mientras Hamayun y sus hermanos intentan adaptarse al nuevo entorno. Así, el protagonista descubrirá
poco a poco un nuevo idioma y otras costumbres, hará amistades con chicos y
chicas procedentes de todos los rincones del mundo y vivirá sus primeros
escarceos amorosos. Pero cada pequeña alegría parece desvanecerse
indefectiblemente por la dolorosa incertidumbre que supone no saber nunca si su
familia conseguirá regularizar su situación en el país de acogida o si, por el
contrario, serán enviados todos de vuelta a Afganistán. En estas
circunstancias, y a pesar de poseer la energía propia de un adolescente,
Hamayun termina por derrumbarse y acepta la propuesta de su profesora de
teatro. Por fin se ha convencido de que la historia de su vida puede servir
para abrir los ojos a muchas personas que no saben nada sobre las vejaciones
que sufren los refugiados en Europa. “Levante
la vista del ordenador. Habia empezado a escribir una escena de la obra. Una
escena en la que una familia llega por primera vez a un país cuyo nombre ni
siquiera conocen”. (Van de
Vendel, 2013, p. 169)
Cuando
todo parece ir mejor y Hamayun está en la última fase de preparaciones de la
obra de teatro escolar sobre su vida como refugiado, su familia recibe la
noticia de que deben abandonar el país. Después de muchos años de lucha, todas
las vías para legalizar su situación se han agotado y sus esfuerzos por
integrarse en la sociedad holandesa parecen haber sido en vano. “Lo sabía, sabía que esto podía ocurrir, lo
sabía igual que sabes que alguien te puede atropellar o que te puedes ver
sorprendido por una tormenta. Que nada es como habías supuesto”. (Van de
Vendel, 2013, p. 321)
El
autor deja el final abierto a la imaginación del lector mediante un ingenioso
recurso estilístico con el que ironiza sobre la aleatoriedad del sistema de
legalización de refugiados existente en Europa: sus vidas dependen de lo que
marquen los dados. “Poco después de que
obtengamos por fin un estatus, se aprueba una regularización general de
inmigrantes que afecta a un amplio grupo de solicitantes de asilo, con el que
mucha gente de nuestro entorno dormirá por fin
con la certeza de que puede quedarse en Holanda”. (Van de Vendel,
2013, p.350)
El
chico que encontró la felicidad es
el drama de una infancia partida en dos, una historia real de supervivencia y
lucha por la dignidad humana; una mirada fria y enternecedora a la realidad de
los refugiados en Europa, el choque cultural y la desorientación en un entorno
extraño; un relato en clave cinematográfica cuyo final no depende del
protagonista ni de su familia.
Pero
esta novela es, sobre todo, un homenaje al valor de la amistad, el amor, la
familia y la libertad.
Bibliografía
Van de Vendel, E.
(2013). El chico que encontró la
felicidad. México: Ediciones SM.
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