Reseña: La maldición veneciana
Título:
La maldición veneciana
Autor: Joanine Wilk
Editorial: SM
La historia empieza situándose en
una Venecia del siglo XVII, donde Raffaelle y Sofia, dos amigos, se encuentran
solos en la noche, en la calle, escondidos. Tienen miedo pues escucharon un
grito de un hombre
–probablemente borracho- maldiciendo la cuidad, prometiendo que algún día, la
Sereníssima se hundiría.
A la mañana siguiente, mientras
los dos niños escapan de un mercader enojado, Raffaelle se encuentra una estatua
abandonada de un doctor con una máscara. La estatua cobra vida y le dice al
niño que está ante la encarnación de la maldición. Raffaelle apenas tiene
tiempo de escapar con vida. Una vez lejos de la estatua se encuentra con Sofia.
Tras caminar unos metros, observan una multitud de personas. Curiosos, se
acercan y logran ver dos cuerpos colgados entre dos columnas, castigo que le
daba el Consejo de los Diez a los brujos e infieles a la religión.
Tres siglos después, nos
encontramos con Francesca, nuestra protagonista.
Francesca Medici es una niña de
13 años. Vive en Alemania, su país natal, con su madre que, al igual que el
resto de la familia, es veneciana. Francesca se siente un tanto ajena a su
familia pues, además de ser la única alemana, también es la única con el
cabello rojo tiziano y la útima con el apellido Medici, el apellido de su
abuelo ya difunto.
A Francesca no le hace mucha
gracia enterarse de que, por Navidad, deberá ir a Venecia a visitar a su
familia, dejando sola a su madre, pues Fiorella, su abuela, ha requerido ver a
su nieta de inmediato, pues las constantes pesadillas que la niña sufre casi
diariamente por alguna razón, se intensifican horriblemente en Venecia.
A regañadientes, Francesca deja a
su madre y se va a Venecia, donde vuelve a ver sus primos Luca, un joven
maldadoso unos años mayor a ella y Gianna, una niña con problemas de cadera y
con la que comparte edad.
Debido a la falta de dinero en la
familia, han decidido convertir el palazzo, un antiguo y enorme edificio
construido cientos de años atrás por los Medici en un hotel, cosa que a
Francesca no le agrada ni un poquito.
Hablando de la familia, una de
sus tías hace comidas exquisitas y gana buenas cantidades de dinero
vendiéndola. La otra de sus tías hace una comida horrible que apenas es
comestible. Fiorella, la abuela de Francesca, por su parte, es una vieja
testaruda, perseverante y alegre, que, además de ser ciega, tiene una especie
de don que le permite ver el futuro.
Fiorella ha llamado a Francesca
pues ha tenido una visión de muerte. Una visión de su propia muerte.
Preocupada por no llevarse el
secreto a la tumba, Nonna, como la
familia suele llamar a Fiorella, le relata a Francesca algo increíble: los
Medici y Venecia han sido azotados por una terrible maldición. Maldición que
cobró las vidas de su esposo y una de sus hijas. Todos los Medici están
condenados a tener horribles y muy vívidas pesadillas, que podrían convertirse
en realidad.
Fiorella le relata que su esposo
murió en busca de una solución a la maldición, y sospecha que un hombre llamado
Baldini, con quien el abuelo de Francesca se dedicaba a buscar libros antiguos
que pudieran contener algo de utilidad, tuvo mucho que ver con su muerte. Al
morir, la maldición pasó a la única de sus hijas que tenía el apellido Medici,
quien, al no soportar las terribles pesadillas, terminó suicidándose.
Fiorella encuentra la oportunidad
de sacarle un poco de información a Baldini, así que envía a Francesca a
llevarle la comida que el hombre le ha comprado a una de sus tías.
Baldini trabaja en un anticuario.
Una vez que Francesca entra ahí, le invade la curiosidad. Su negocio está
repleto de objetos de plata, libros antiguos y símbolos muy extraños. Pero lo
que más llama su atención son los kilos de sal que se encuentran distribuidos por
todo el suelo. Francesca platica un poco con Baldini, quien le obsequia una
vieja góndola de madera con unos símbolos extraños. La góndola de los sueños.
Camino a casa, Francesca se
pierde y termina en un lugar donde parece haber todo tipo de desechos. Ahí se
encuentra una estatua de un doctor con una máscara quirúrgica. Es extraño, pero
durante su breve estadía en ese lugar, Francesca se siente vigilada.
Dos días después, cuando la niña
entra al anticuario de Baldini para entregarle su comida, esta se lleva el
susto de su vida. Frente a ella estaba Baldini en el suelo de su pequeño
negocio, que parecía haber sido saqueado. Pero eso no era lo peor. Baldini
tenía unos profundos cortes en el pecho que le consumían lo poco que le quedaba
de vida lentamente. Antes de que Francesca pudiera hacer algo, Baldini le pidió
que buscara una trampilla en el suelo, sacara el libro que estaba ahí, pues
había sido muy importante para su el abuelo de la niña, ya que élpensaba que
con el podrían romper la maldición. Le imploró que se lo llevara, lo protegiera
y que no lo abriera por ningún motivo. Momentos después el hombre murió y
Francesca se vio obligada a llevarse el libro a casa.
Aquel era un libro muy extraño.
Estaba forrado en cuero y con letras doradas rezaba Necronomicón y tenía las siglas A.D.M. Lo más raro era la energía
que ese libro desprendía. Parecía tener vida y ser potencialmente peligroso.
Cuando Francesca llevó el
Necronomicón al palazzo, Fiorella intentó obligarla a leerlo y, al no
conseguirlo, recurrió a Gianna. La otra joven no pudo negarse ante su abuelo y
terminó cediendo.
Desde que el libro fue vierto,
las cosas empeoraron. Francesca tuvo un sueño horrible, donde, después de tanto
tiempo, la criatura que la acechaba por fin lograba atraparla. Y no solo ella
tenía ese tipo de pesadillas: toda la familia comenzó a tenerlas.
Francesca, Gianna y Fiorella se
pusieron a investigar sobre el libro. Después de leer decenas de obras y
ensayos, descubrieron que el Necronomicón era el libro de brujería más peligroso
que existía. Los hechizos estaban ordenados según su letalidad y mientras más
se leía de él, más se abriría un portal que conectaba a nuestro mundo con el de
los demonios. También descubrieron que ciertos pentagramas y los círculos de
sal mantenían protegidos tanto a objetos como a personas de la magia negra y
que el autor de la maldición había sido Alessandro de Medici.
Francesca tuvo otro encuentro con
la estatua. Esta se presentó como Nyalarth, un demonio enviado por Alessandro
para hundir Venecia. Él le ofreció un trato. Si la niña le entregaba el
Necronomicón, él dejaría Venecia intacta.
Después de pensarlo mucho,
Francesca decidió no entregar el libro. Pensó que la mejor manera de romper la
maldición sería usar el poder del Necronomicón para traer un momento a la vida
a Alessandro con la intensión de que este le explicara como terminar con todo.
Tras tomar todas las
precauciones, la niña logró su propósito. Alessandro le dijo que la única
manera de romper la maldición era alimentando al libro con su sangre, sangre
que debería provenir de una cortada hecha con una daga mágica que se encontraba
escondida en el palazzo. Después de eso, Francesca podría destruir de una vez
por todas el libro.
Junto con Fiorella, Francesca fue
a buscar la daga. La encontró casi demasiado tarde. Nyalarth llegó a donde la
niña y le dio un ultimátum. O ella le daba el libro o él mataba a su abuela.
Nonna, que estaba condenada a una lenta y dolorosa muerte causada por un tumor,
convenció a su nieta por hacer lo correcto. Así, Francesca alimentó al
Necronomicón con su propia sangre y lo destruyó junto con la horrible maldición
que Venecia y los Medici habían soportado por más de trecientos años, a costa
de la muerte de su querida de su querida abuela.
Aunque fuera difícil de asimilar,
todo estaba bien ya.
Al principio este libro no me
gustó mucho, pero con el pasar de los capítulos se tornó muy interesante. Me
fascinó el lenguaje misterioso y suspensivo que la autora le dio a la historia,
pues me mantuvo pegada a ella hasta el fin.
Es un libro que me sorprendió
mucho y que sin duda, recomendaría a todo el que disfrute este tipo de lectura.
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