miércoles, 7 de junio de 2017

La primavera del mars || Yessica Rebeca Guevara Flores #19

Reseña: La primavera del mars

Título: La primavera del mars
Autor: José Antonio Sánchez Cetina
Año: 2015
Editorial: Ediciones SM

Yessica Rebeca Guevara Flores 2°”C” #19

Joaquín es un joven mexicano que perdió a su padre por culpa de la jina, una droga de moda que hizo que el hombre chocara, casi llevándose más vidas con él.
El padre de Joaquín era como una metáfora para el joven. Era un hombre bueno, trabajador. El ejemplo vivo de que la escuela no siempre sirve de mucho. Había estudiado en una buena universidad por muchos años y terminó descubriendo por accidente que su verdadera vocación era la fotografía, trabajo que adoptó casi inmediatamente y que le impedía pasar todo el tiempo que le hubiese gustado con su familia.
Joaquín tiene unos cuantos buenos amigos. Gabo es el más importante. Gabriel siempre fue para Joaquín un hermano y para el padre de Joaquín, un hijo.
Almendra también era una amiga interesante. Una chica que siempre logró atrapar la atención de Joaquín con su sonrisa dulce y sus mechas californianas que parecían bailar dulcemente sobre su espalda, siempre.
En una reunión, los amigos de Joaquín decidieron probar la jina. Joaquin, horrorizado y atormentado por su terrible experiencia con esa droga, los detuvo con la promesa de que él tenía algo mucho más potente, que haría parecer a la jina un juguete.
Almendra, curiosa, lo acompañó por esa tan maravillosa sustancia.
Joaquín desesperó y le contó a Almendra su traumático pasado. Almendra comprendió sus buenas intenciones y lo ayudó a zafarse de ese problema.
Buscaron en la cochera por unos minutos que parecieron eternos, pero al final encontraron un extraño polvo rojo y, como era lo único con lo que contaban, se lo llevaron a sus amigos que, impacientes, los esperaban.
Almendra se encargó de todo. Les dijo que ese extraño polvo era llamado mars. El mars, según Almendra, era una droga hecha con polvo de Marte, por lo que era muy difícil de conseguir. También les dijo que era una droga visual que debía estimularse con fuertes vibraciones.
La joven les mostró como se preparaba el mars. Fue un procedimiento extraño. Colocó el polvo en un pan bimbo y luego lo puso junto a unas bocinas, puso un disco de rock de alta calidad a un volumen exagerado y dejó que las vibraciones del radio excitaran el polvo. Luego les ordenó que, en silencio, observaran el mars y se dejaran inundar por él.
Uno de sus amigos, para sorpresa de Joaquín y Almendra, entró rápidamente en el viaje, haciendo más creíble toda la historia. Casi inmediatamente, todos los amigos que estaban ahí ya estaban experimentando algo parecido.
Joaquín y Almendra, contentos de haberla librado, no contaron con que sus amigos querrían repetirlo. La mayoría de ellos había buscado, sin éxito, información en Internet.
Para evitar que sus amigos sospecharan que el mars no era más que un polvito que habían encontrado por ahí, ambos chicos crearon varias cuentas diferentes, mediante las cuales se dieron la tarea de subir blogs y videos sobre su droga.
Pocas semanas después, el mars se hizo muy popular alrededor de todo el mundo. Incluso la madre de Joaquín le advirtió sobre los riesgos de las drogas y le pidió que no cayera en esa trampa. Ella, al igual que muchas madres de todos los continentes, se había enterado del mars en alguno de los cientos y cientos de programas, revistas y periódicos que le dedicaban.
No mucho tiempo después, Joaquín y Almendra se llenaron de mensajes de gente de todas partes pidiendo mars. Los jóvenes no comprendían como la gente había dado con sus verdaderas identidades y decidieron ignorar cada uno de los insistentes mensajes.
La gente también descubrió que Joaquín poseía mars, entonces, diariamente, decenas de personas se aparecían en su casa exigiendo mars. Joaquín, con miedo de que algún día fuera a visitarlo algún verdadero narcotraficante o la policía, advirtió a toda la gente a la que proveía de su droga que ahora podrían encontrarla a ciertas horas en un parque.
Un día Gabo no llegó a la escuela. Tampoco contesto ni las llamadas ni los mensajes y mucho menos se encontraba en su casa.
Preocupado, Joaquín se enteró de que su mejor amigo había sido secuestrado por unos holandeses.
Una noche, Joaquín y Almendra fueron a su cita con los secuestradores de Gabriel.
Eran tres hombres grandes y fuertes. Llevaban camisas iguales, que mostraban una leyenda que los hacía parecer verdaderamente simpáticos.
Los hombres explicaron con gracia que se dedicaban a crear e investigar drogas y se habían propuesto crear una sustancia como el mars. Lo único que querían era la fórmula y así dejarían libre a Gabo.
Los amigos no hubieran tenido inconveniente en darle la fórmula a esos extranjeros, pero ni Joaquín ni Almendra tenían idea de la composición de su polvo. Ni siquiera toda la reserva que les quedaba de mars bastó para convencer a los hombres de que les devolvieran a su amigo.
Almendra, desesperada, les dijo que no tenían la fórmula y, por lo tanto, no sabían cómo fabricar el mars, pero que si sabían cómo prepararlo, entonces, una vez más, la joven se dio a la tarea de estimular el extraño polvo rojo con música y pan bimbo.
Una vez que el mars estuvo listo, los holandeses vieron fijamente la sustancia y quedaron fascinados con los efectos que ésta le producía.
Cuando el efecto terminó, los sujetos entraron en trance, probablemente provocado por todas las drogas a las que habían estado expuestos por convicción propia durante tantos años.
Y entonces Joaquín y Almendra pudieron escapar con Gabriel sano y salvo.
El tiempo pasó y los medios dejaron de prestarle atención al mars, lo que provocó su entierro definitivo.
Joaquín empezó a salir con Almendra y fue, después de tanto tiempo, feliz.


Este libro no me gustó mucho al principio, pues me parecía que muchos capítulos no tenían mucha concordancia y que no iban con el tema de la historia, pero con el paso de los capítulos, el relato fue volviéndose más interesante.

Me gusta, más que nada, el mensaje de no intentar encajar con el resto, pues muchas veces no vale la pena.

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