miércoles, 7 de junio de 2017

Las leyes del marino || Yessica Rebeca Guevara Flores #19

Reseña: Las leyes del marino                       

Título: Las leyes del marino
Autor: Antonio Abascal Díaz Barreiro
Editorial: Ediciones SM

Yessica Rebeca Guevara Flores 2°”C” #19
                                                          
La historia comienza hablándonos de los hermanos Zamora. José Domingo, el mayor, es un joven intrépido, seguro de sí mismo, altanero y un poco presumido, pero también un muy buen hermano. Anselmo, el mediano, es el más grande admirador de José Domingo. Normalmente está de acuerdo con él y siempre está dispuesto a ayudarle. Y Simón, de apenas doce años quien, al contrario de sus dos hermanos mayores, es silencioso y reservado, aunque también muy ocurrente.
Los tres hermanos pedieron a su madre hace no mucho, lo cual les quita las ganas de ir sus vacaciones anuales a Puerto Mahul con sus tíos y prima, pero, al final, terminan yendo buscando distraer así su mente.
El tío Román es un hombre alto y robusto, con toda la pinta de un auténtico pirata. Nada parecido a Nievecitas ´´Nikki´´, su hija, una niña un poco menor a José Domingo, con una sonrisa encantadora y una cara angelical, igual a la de su madre, Nieves, la tía de los hermanos Zamora.
El tío Román, emocionado con las visitas y convencido de que sus sobrinos ya eran lo suficientemente mayores, decidió llevarlos a pescar. También tuvo que llevar a Nikki, pues esta se mostraba más que dispuesta.
El día parecía ideal cuando la familia embarcó en una lancha muy grande llamada La tiburonera y se aventuraron al mar abierto.
El tío Román, un muy experto marinero, comenzó a relatar historias sobre su juventud. Les habló de la vez en la que, en un viaje, mataron a su mejor amigo, pues había violado la única ley impuesta por el capitán del barco en el que viajaban aquel entonces. “Nada de traiciones. No dar puñaladas por la espalda.”
El día corría, dándole su lugar a la tarde. Habían pasado ya muchas horas y aún nadie pescaba ni un solo pez.
El tío Román, entonces, seguía contando más y más historias. Les habló de Fermín, el perro de su abuelo Domingo. De cómo cada día, exactamente a las cuatro de la tarde salía de la casa, se paraba en el mismo lugar y hacía tres piezas de popó. Ni una más y ni una menos. En ningún otro lugar y mucho menos en ninguna otra hora diferente. Inclusive, a veces el señor Domingo aprovechaba esa asombrosa cualidad para ganar unos cuantos pesos.
Fermín siempre fue el mejor amigo de Domingo.
Cierto día en el que hacía un muy mal clima, llegó la hora de Fermín de defecar. Por costumbre, Domingo lo dejó salir, sin saber que por culpa del feo clima de ese día, Fermín no podría nunca volver.
Desde ese entonces, Domingo salía noche con noche a Dios sabe dónde.
Una noche, el tío Román escuchó un ladrido idéntico al de Fermín. Extrañado, observó cómo Domingo salía sigilosamente de la casa. Naturalmente, el joven tío Román lo siguió de cerca, ocultándose en las sombras de aquella agradable noche.
Despues de poco más de un kilómetro, Domingo se paró de frente al mar y el tío Román vio, asombrado, como Fermín se acercaba afectuosamente a su abuelo, quien lo recibió gustoso.
El tío Román decidió volver rápidamente a su cama antes de que su abuelo lo descubriera.
Cuando estuvo de vuelta en su casa, se encontró a su abuelo, quien lo miraba. Domingo miró con dulzura a su nieto, le dijo una frase que él jamás olvidó y se marchó.
Horas después, el tío Román se enteró de que su querido abuelo había muerto esa misma noche.
Luego de muchas horas, la suerte se hizo presente y la familia comenzó a pescar los primeros peces, que poco a poco se fueron multiplicando.
La noche llegó y con ella, una feroz tormenta que dio lugar a otra historia y luego, al hundimiento de La tiburonera.
Fue una suerte que se encontraran muy cerca de una isla, pero fueron mucho más afortunados de que en  esa isla viviera la Condesa de Villaespesa, una noble mujer que les dio asilo y comida en su castillo.
Después de otras largas y muy interesantes historias, la tormenta se intensificó fenomenalmente, arrasando con todo aquello con lo que chocaba.
Fue cuestión de minutos para que el agua de la tormenta comenzara a inundar la bella vivienda de la Condesa, por lo que todos salieron despavoridos.
Despues de un esfuerzo sobrenatural, el tío Román, José Domingo, Anselmo, Santiago, Nikki y la condesa se hicieron de una embarcación lo suficientemente grande como para soportarlos a todos.
Tras un largo y tormentoso viaje, finalmente lograron volver a Pueto Mahul, todo gracias al tío Román y a su supuesta brújula que está incrustrada en su ombligo.
La tía Nieves estuvo muy feliz de tenerlos de nuevo en casa, pues había estado a punto de darlos por muertos a todos.
Al final, aquel viaje les dio a los jóvenes muchos de los conocimientos de marinero del tío Román, pero lo más importante, les proporcionó historias propias que en un futuro, podrían contar a sus hijos, sobrinos y nietos.
Desde la muerte de su madre, los tres hermanos Zamora volvieron a ser verdaderamente felices.

                                                                     
Este libro es muy fácil de leer. La historia no es difícil ni pesada, está muy bien narrada y nos brinda distintos puntos de vista durante todo el desarrollo.
No es mi libro favorito. Tampoco lo detesto, pero me esperaba algo más de él. En aspectos generales creo que está muy bien. Muchas de las historias ajenas a lo que realmente estaba pasando en el transcurso del libro me ‘parecieron muy buenas y muy emotivas.

La historia en general no me agradó mucho. Es una buena historia. Supongo que es cuestión de gustos.

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