Reseña: Las leyes del marino
Título: Las leyes del marino
Autor: Antonio Abascal Díaz Barreiro
Editorial: Ediciones SM
La historia comienza hablándonos de
los hermanos Zamora. José Domingo, el mayor, es un joven intrépido, seguro de
sí mismo, altanero y un poco presumido, pero también un muy buen hermano.
Anselmo, el mediano, es el más grande admirador de José Domingo. Normalmente
está de acuerdo con él y siempre está dispuesto a ayudarle. Y Simón, de apenas
doce años quien, al contrario de sus dos hermanos mayores, es silencioso y
reservado, aunque también muy ocurrente.
Los tres hermanos pedieron a su madre
hace no mucho, lo cual les quita las ganas de ir sus vacaciones anuales a Puerto
Mahul con sus tíos y prima, pero, al final, terminan yendo buscando distraer
así su mente.
El tío Román es un hombre alto y
robusto, con toda la pinta de un auténtico pirata. Nada parecido a Nievecitas
´´Nikki´´, su hija, una niña un poco menor a José Domingo, con una sonrisa
encantadora y una cara angelical, igual a la de su madre, Nieves, la tía de los
hermanos Zamora.
El tío Román, emocionado con las
visitas y convencido de que sus sobrinos ya eran lo suficientemente mayores,
decidió llevarlos a pescar. También tuvo que llevar a Nikki, pues esta se
mostraba más que dispuesta.
El día parecía ideal cuando la
familia embarcó en una lancha muy grande llamada La tiburonera y se aventuraron al mar abierto.
El tío Román, un muy experto
marinero, comenzó a relatar historias sobre su juventud. Les habló de la vez en
la que, en un viaje, mataron a su mejor amigo, pues había violado la única ley
impuesta por el capitán del barco en el que viajaban aquel entonces. “Nada de
traiciones. No dar puñaladas por la espalda.”
El día corría, dándole su lugar a la
tarde. Habían pasado ya muchas horas y aún nadie pescaba ni un solo pez.
El tío Román, entonces, seguía
contando más y más historias. Les habló de Fermín, el perro de su abuelo
Domingo. De cómo cada día, exactamente a las cuatro de la tarde salía de la
casa, se paraba en el mismo lugar y hacía tres piezas de popó. Ni una más y ni
una menos. En ningún otro lugar y mucho menos en ninguna otra hora diferente.
Inclusive, a veces el señor Domingo aprovechaba esa asombrosa cualidad para
ganar unos cuantos pesos.
Fermín siempre fue el mejor amigo de
Domingo.
Cierto día en el que hacía un muy mal
clima, llegó la hora de Fermín de defecar. Por costumbre, Domingo lo dejó
salir, sin saber que por culpa del feo clima de ese día, Fermín no podría nunca
volver.
Desde ese entonces, Domingo salía
noche con noche a Dios sabe dónde.
Una noche, el tío Román escuchó un
ladrido idéntico al de Fermín. Extrañado, observó cómo Domingo salía
sigilosamente de la casa. Naturalmente, el joven tío Román lo siguió de cerca,
ocultándose en las sombras de aquella agradable noche.
Despues de poco más de un kilómetro,
Domingo se paró de frente al mar y el tío Román vio, asombrado, como Fermín se
acercaba afectuosamente a su abuelo, quien lo recibió gustoso.
El tío Román decidió volver
rápidamente a su cama antes de que su abuelo lo descubriera.
Cuando estuvo de vuelta en su casa,
se encontró a su abuelo, quien lo miraba. Domingo miró con dulzura a su nieto,
le dijo una frase que él jamás olvidó y se marchó.
Horas después, el tío Román se enteró
de que su querido abuelo había muerto esa misma noche.
Luego de muchas horas, la suerte se
hizo presente y la familia comenzó a pescar los primeros peces, que poco a poco
se fueron multiplicando.
La noche llegó y con ella, una feroz
tormenta que dio lugar a otra historia y luego, al hundimiento de La
tiburonera.
Fue una suerte que se encontraran muy
cerca de una isla, pero fueron mucho más afortunados de que en esa isla viviera la Condesa de Villaespesa,
una noble mujer que les dio asilo y comida en su castillo.
Después de otras largas y muy
interesantes historias, la tormenta se intensificó fenomenalmente, arrasando
con todo aquello con lo que chocaba.
Fue cuestión de minutos para que el
agua de la tormenta comenzara a inundar la bella vivienda de la Condesa, por lo
que todos salieron despavoridos.
Despues de un esfuerzo sobrenatural, el tío Román, José
Domingo, Anselmo, Santiago, Nikki y la condesa se hicieron de una embarcación
lo suficientemente grande como para soportarlos a todos.
Tras un largo y tormentoso viaje, finalmente lograron volver
a Pueto Mahul, todo gracias al tío Román y a su supuesta brújula que está
incrustrada en su ombligo.
La tía Nieves estuvo muy feliz de tenerlos de nuevo en casa,
pues había estado a punto de darlos por muertos a todos.
Al final, aquel viaje les dio a los jóvenes muchos de los
conocimientos de marinero del tío Román, pero lo más importante, les
proporcionó historias propias que en un futuro, podrían contar a sus hijos,
sobrinos y nietos.
Desde la muerte de su madre, los tres hermanos Zamora
volvieron a ser verdaderamente felices.
Este libro
es muy fácil de leer. La historia no es difícil ni pesada, está muy bien
narrada y nos brinda distintos puntos de vista durante todo el desarrollo.
No es mi
libro favorito. Tampoco lo detesto, pero me esperaba algo más de él. En
aspectos generales creo que está muy bien. Muchas de las historias ajenas a lo
que realmente estaba pasando en el transcurso del libro me ‘parecieron muy
buenas y muy emotivas.
La historia
en general no me agradó mucho. Es una buena historia. Supongo que es cuestión
de gustos.
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