Lis Rodriguez Rosales
2.-C #34
Cruzada en Jeans
Thea Beckman
Rudolf Hefting se encuentra en el laboratorio del
doctor Simiak contemplándolo, especialmente una maquina enorme que cubría todo
un muro del laboratorio, al mírala se sentía tan insignificante, jamás habría
imaginado que la maquina tenia tamaña extensión. Cuando supo que solo enviaban
animales a través del transmisor de materia se ofreció para ser el primer
humano transportado hacia otros tiempos. El doctor le explicó todos los pasos a
seguir, así y todo Rudolf quiso viajar.
Rudolf creía que lo habían transportado al catorce
de junio de mil doscientos doce donde se realizaba un torneo en Montgivray,
Francia. Rudolf se dio cuenta que no estaba en Francia sino en Alemania. Lo
único que no había fallado era la fecha. Como los dos eran estudiantes
comenzaron a comparar. Rudolf le enseño a ocupar los números Arabes a Leonardo.
Cuando Rudolf miró la hora eran ya las 4:30 horas, debía marcharse. En señal de
amistad Rudolf le dio a Leonardo los rotuladores y Leonardo le dio a Rudolf una
cadena en la cual colgaba la virgen. Cuando se iban a marchar de ahí Rudolf vio
cientos de cabezas, tal vez millares, no podía contarlas. Cuando vio la señal
que indicaba la piedra se dirigió rápidamente a ella. Sobre la piedra había un
niño y cuando ya eran pasadas las cinco el niño no estaba, había perdido su
oportunidad. Había muchos niños muertos. Leonardo le dijo que era la cruzada de
los niños.
Cuando llegaron todos los niños y comenzó el juicio
Dom Anselmus acuso a Rudolf de diferentes cosas y los niños apoyaban a Rudolf
mayormente. En un momento en que ya nada se podía hacer por Rudolf apareció Dom
Thaddeus y lo ayudo diciendo que aquella marca que Rudolf tenia en el brazo era
una cicatriz de Dios que representaba a la santísima trinidad (la cual era
realmente una mordida de perro). Finalmente Nicolás se acerca a Rudolf miro la
cicatriz en su brazo y se arrodillo ante él. Rudolf lo levanto y en un abrazo
le dijo que de ahora en adelante serian amigos.
Los últimos deseos de Carolus fueron que Bertho
fuera montero mayor y que Rudolf fuera el futuro rey de Jerusalén. Al día siguiente
Carolus se despidió de sus súbditos. Aquella tarde tuvo lugar el entierro. La
ceremonia fue emocionante, todos los niños hicieron una larga fila para verlo
por ultima vez. Fue un funeral digno de un rey, hubo flores, un oficio
religioso, cánticos y una enorme cruz tallada. Nuevamente comenzaron su camino
por las montañas. El camino fue tranquilo y Dom Augustus comenzó a portarse de
una forma curiosa, se negó a dormir en la carpa y caminaba en la retaguardia de
la formación.
Al llegar al lago Trasimeno el conde Ludovico se
hallaba en guerra contra la ciudad de Perusa y estaba amenazado por la revelion
de sus campesinos. Ludovico vio en estos 1500 niños, un ejercito que podía
protegerlo y mediante engaños apreso a Nicolás, Rufus y Mathilda. Al comienzo
de la mañana se vieron rodeados por campesinos armados y por un ejercito de
caballeros, en ese instante fueron notificados que debían pelear por Ludovico
para salvar a sus amigos que estaban aprisionados en el castillo. Rudolf con su
habitual inteligencia logro parlamentar con un oficial de Perusa que dejo pasar
a los niños que según Rudolf estaban muy indefensos. Cuando estaban a mitad de
la retirada Ludovico se dio cuenta y mando a su ejercito al ataque quedando
atrapados algunos niños en medio del combate. Rudolf quedo herido así como
mucho otros niños. Después de una encarnizada lucha Ludovico fue vencido. En las
mazmorras del castillo encontraron a todos los rehenes asesinados. Con
desesperación Rudolf busco a María y Peter que finalmente encontró junto a una
hoguera.
Después se dirigieron a Brindisi. El obispo al ver
que de treinta mil niños pasaron a ser solo mil impulsó al pueblo a que se
mostrara misericordioso con los niños. Aunque no los aceptaron eso no les
importo, pero lo que si les preocupaba era tener algo para comer, además el
otoño ya se acercaba. Fueron alojados en las ruinas de una antigua abadía que
les protegió mientras caían intensas lluvias. Un día de sol mientras Rudolf y
Leonardo conversaban, Leonardo le mostró a Rudolf una extraña caja de aluminio.
Rudolf, sorprendido porque ese era un material de la época, abrió la caja
rápidamente y encontró dentro un mensaje del doctor Simiak en el que le decían
que lo estaban tratando de regresar al siglo XX. Al percatarse que lo estaban
buscando Rudolf encargó a los niños que si alguno de ellos encontraba una
cajita como esa se la trajeran inmediatamente, sin olvidar el lugar exacto
donde lo habían encontrado. A la mañana siguiente fueron recibidos por el
obispo Adriano, Leonardo, Rudolf y Dom. Thaddeus. El obispo les comentó que
había mercaderes y capitanes dispuestos a trasladarlos a la república de
Venecia para que allí pudieran quedarse o seguir el viaje hacia sus hogares. A
los jefes de la cruzada les encanto la noticia. Comenzaron a hacer planes.
Pensando en que Rudolf volvería con sus padres Leonardo planteó su interés por
María, estaba en eso cuando Frank apareció con otra cajita, se la entregó a
Rudolf y le mostró el lugar exacto donde la había encontrado. Rudolf contesto
el mensaje, puso la cajita en el lugar exacto y espero a que se tele
transportara. Sabiendo lo que venía Rudolf se despidió de sus amigos.
Rudolf muy temprano llego al lugar indicado y
espero impacientemente que sucediera su tele transportación. Comenzó una
procesión que venia hacia él, de entre la multitud sentía las voces de sus
amigos que lo llamaban, pero el no quería escucharlos. Cuando la procesión
estaba a punto de arrollarlo se ennegreció todo a su alrededor y sin darse
cuenta fue tele transportado. En el laboratorio lo esperaban junto a los
científicos su padre y su madre. Finalmente Rudolf estaba en casa.
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