José Ángel Torres Romero #43 2 "C"
Reseña del libro "Cruzada en Jeans"
Rudolf es un joven, que se presta voluntario para ser el
primer ser humano teletransportado a lo largo de la historia, ya que el
científico que desarrolla el experimento es un compañero de trabajo de su
padre. Lo que tendría que ser un viaje de una hora de duración a la edad media,
se transforma en un viaje sin vuelta, ya que no puede estar en el momento y en
el lugar en el que debería ser devuelto a casa. En su lugar, un campesino de la
edad media es accidentalmente teletransportado al siglo XX.
Desde ese momento, Dolf se da cuenta de que lo mejor que
puede hacer es intentar sobrevivir en su nueva vida. Para ello, decide
acompañar a un estudiante, Leonardo Fibonanci, en su viaje a su ciudad natal,
Pisa.
Ambos se hacen buenos amigos, y se transmiten conocimientos.
Dolf, decide inventarse una nueva identidad: A partir de ese momento, es hijo
de un noble, y ha decidido escaparse de casa de Holanda en busca de aventuras.
Poco después de conocerse, encuentran una cruzada de niños,
que liderados por Nicolás, se dirigen a Tierra Santa para liberarla. Al
descubrir los desastres que en la cruzada ocurren, tanto Leo como Dolf deciden
aliarse. En esa cruzada, hacen buenos amigos como María, Frank, Peter, Hans,
Berto, Carolus, Fredo, Hilda, Frieda, Wilhelm, y todos juntos hacen de ese
viaje una cruzada mejor.
El tiempo pasa, y se hacen famosos dentro de la cruzada por
su gran corazón. Al ser tan famosos, consiguen el apoyo de la gente más
importante dentro de la cruzada, y con su ayuda, la organizan:
“A la cabeza irán vigilantes que alejen los posibles
peligros. Los seguirán inmediatamente los más pequeños y los más débiles, con
algunos chicos mayores que los ayuden. Podemos utilizar un carromato para
transportar a los que ya no son capaces de andar. […] Tras los pequeños debe
marchar un grupo de muchachos robustos para atender a los regazados.
Finalmente, debe haber otro grupo de vigilantes que protejan la retaguardia.
[…] Así ya no habrá niños que se queden atrás sin que nadie lo note y mueran
abandonados en cualquier sitio.”
El hecho de que Dolf fuera tan popular entra la gente de la
cruzada enseguida despertó celos, y fue acusado de hereje por Dom Anselmus y
por Nicolás.
Se celebró el juicio, y en el todo el mundo sabía que la
cruzada necesitaba a Dolf. El ambiente era realmente tenso, y él sabía que sus
argumentos debían estar relacionados con el cristianismo si quería salir
inocente. Los argumentos contra Dolf eran difíciles de combatir, ya que había
hecho muchas cosas habituales en el siglo XX, pero no en la edad media.
Finalmente, consigue salir inocente por tener el apoyo de todos los niños de la
cruzada.
Al poco tiempo, el ambiente sigue siendo tenso, y surge un
motín. Varios centenares de niños decidieron abandonar la cruzada. Aun así,
¿qué eran varios centenares al lado de los 4000 niños que formaban la cruzada?
Desgraciadamente, Fredo es quien dirige el motin, y Dolf se siente decepcionado
por ver a su amigo actuar de esa manera.
Otro de los problemas a los que se enfrentaba la cruzada, era
el paisaje: Las montañas supondrían la muerte de muchos niños, y habia que
cruzarlas irremediablemente, ya que pretenden ir desde el río Rin hasta Génova,
donde se abrirían las aguas para que fueran desde ahí hasta Jerusalén. Cerca de
300 niños morirían en ellas.
Finalmente, llega el día que tantos niños esperaban: El día
en el que Nicolás iba a hacer que las aguas se separasen. Cuando todo el mundo
mira atentamente al mar, Nicolás alza sus brazos, y pide a Dios que se
separasen las aguas. La gran decepción llega, ya que no ocurre nada, y deciden
pasar ahí la noche.
Esa noche, Augustus, arrepentido por sus pecados, decide
confesar a Dolf lo que realmente pasaba: Ni Augustus ni Anselmus realmente son
frailes, ni Nicolás santo. Este último, fue engañado por los supuestos frailes,
quienes decidieron hacer esta cruzada, que en realidad lo que querían era
conducir a los 3000 niños que quedaban a los barcos de Boglio, quien haciéndose
pasar por un amigo de los frailes que les conduciría a Jerusalén lo único que
realmente quiere es llevarlos al mercado negro de esclavos.
Dolf se desespera, e intenta evitarlo, pero no sabe como impedir
que 3000 niños sean esclavizados.
Decide contarle todo a Leonardo, quien utilizando los
contactos que tiene gracias a que su padre es un rico mercader, para convencer
al duque de que las naves no deben abandonar el puerto.
Consigue su propósito, pero surge la gran duda: ¿Qué hacen
ahora 3000 niños en las calles de Génova? Por eso, deciden seguir su viaje,
pero ahora por otra ruta diferente.
Después de mucho tiempo, Leo encuentra algo que llama su
atención, y decide dar a Dolf: Una pequeña cajita de aluminio, que al abrirla
tenía un mensaje que decía:
“Querido Dolf: Si encuentras esto, escribe un mensaje en este
mismo papel, vuelve a meterlo en la cajita y colócala en el mismo lugar en el
que la encontraste. […] Estamos tratando de localizar tu situación exacta.
Firmado, Dr. Simiak”
Desgraciadamente, no podía devolver la cajita a tiempo ya que
la encontró hace más de una semana. Apenado y esperanzado a la vez, decidió
continuar la cruzada pero ahora con una pequeña diferencia: Ahora buscará más
cajetas como la anterior.
El tiempo pasa, y después de otras muchas anécdotas y
problemas, encuentra lo que tanto ansía: Otra cajita. Otra cajita idéntica a la
anterior, y en su interior un papel idéntico al anterior. En su reverso,
escribe:
“Por favor, llebadme de vuelta a casa, estaré aquí 24 horas
después de que usted haya leído esto. Dicen que es la festividad de San Mateo.
Firmado, Dolf”
Dejó la cajita en el mismo lugar en el que la encontró, y se
quedo mirándola. Al poco rato, desapareció. Solo él sabía porque había
desaparecido la cajita.
Poco antes de la hora a la que Dolf había quedado con el
doctor Simiak, corría para situarse en el sitio concreto. Al acercarse más, ve
algo que le hace asustarse: Una procesión pasaba por el sitio en el que él
tenia que estar.
Sabiendo lo que le supondría seguir atrapado en la edad
media, se sitúa en el lugar exacto. La gente le mira extrañada, y unos frailes
intentan apartarlo mediante golpes y empujones. En ese momento, saca su
cuchillo, y cae al suelo. Todo lo ve negro, y se siente extraño.
De repente, todo el griterío se apaga, y una mano le agarra
por el hombro. Dolf recoge el cuchillo, y lo alza en actitud amenazánte, ya que
necesita estar en el sitio concreto en el momento concreto.
En ese momento, una voz extrañamente familiar le llama. Sin
darse cuenta, había regresado a los laboratorios, donde su madre le miraba
extrañada.
Por fin estaba en casa, y en su siglo.
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